Pintando con luz.
Cuando leí el fragmento que el francés Charles Francois Tiphaigne de la Roche escribió en 1760, me quedé alucinada. En su libro de ciencia ficción Giphantie, De la Roche se anticipo varias décadas, en 1826 Nicéphore Niepce hizo la primera fotografia. Espero que os guste este fragmento, leerlo con atención.
Los espíritus elementales no son tan hábiles pintores como buenos físicos: ya juzgaréis por su manera de obrar. Sabéis que la luz reflejada de los distintos cuerpos forma cuadros y que estos cuerpos se graban en todas las superficies pulidas, en la retina del ojo, por ejemplo, en el agua, en los espejos. Los espíritus elementales hemos procurado fijar esas imágenes fugaces. Hemos compuesto una materia muy sutil, muy viscosa y pronta en desecarse y endurecer, con la que se hace un cuadro en un santiamén. Se recubre de dicha materia un trozo de lienzo que luego se presenta ante los objetos que se quieren pintar. El primer efecto del lienzo es el mismo del espejo. En él se ven todos los cuerpos vecinos y lejanos cuya imagen puede aportar luz. Pero lo que un espejo no puede hacer, lo consigue la tela, cuyo revestimiento viscoso retiene los simulacros. El espejo nos devuelve finalmente los objetos, pero no retiene ninguno. Nuestras telas también los restituyen fielmente y los conservan todos. Esta impresión de las imágenes es cuestión del primer instante en que la tela los recibe. Se quita enseguida y se coloca en un lugar oscuro, Una hora después, el barniz está seco y se tiene un cuadro ten precioso que ningún arte puede imitar su verdad y que el tiempo de ninguna manera puede estropear...
El espíritu elemental se detuvo luego en algunos detalles físicos; primero la naturaleza del cuerpo viscoso que intercepta y conserva los rayos; segundo, las dificultades de su preparación y empleo; tercero, el juego de la luz y de ese cuerpo disecado; tres problemas que yo propongo a los físicos de nuestros días y que remito a su sagacidad.
SOUGEZ, Marie-Loup Historia de la fotografía. España, Ediciones Catedra 1999. P. 13, 14, 15
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